Mentiras de Hollywood

De niñas crecemos con los cuentos de La Bella Durmiente, Blanca Nieves, y la Cenicienta, en todos los relatos, un príncipe azul, las hadas madrinas y el castillo mágico, transforman las vidas de esas mujeres en pura felicidad. Al llegar la adolescencia nos emocionamos con el actor del momento, en mi caso es Richard Gere, allí esta él esperándola en el lobby del hotel con un smoking negro y ella, Julia Roberts, bajando del ascensor con ese vestido rojo, fantástico. Al final de la película … mejor no cuento el final de Pretty Woman, ya que las más jóvenes de este grupo, sino vieron la película, tienen que hacerlo, es un clásico

Sigo, cuando llegas a la juventud te enganchas con las mega películas de Hollywood, esas de las familias perfectas, los niños que a las nueve de la noche le dan un beso a sus padres y bañaditos, sin protestar se van a dormir con la mejor de las sonrisas, agarraditos de la mano los hermanos, entonces el esposo entra en escena con una copa de vino, y abrazados ella y él contemplan las estrellas en el balcón.

Bueno, la introducción viene al hecho, de que ahí estaba yo, con esas imágenes grabadas en mi mente, y habiendo transcurrido una semana de que los tíos le regalaron un perro a mis niños, decidí el pasado sábado ir hasta la plaza del barrio con mi hijo de tres años y  el perro.

Prepare el bolso: Botella con agua, toalla, galletas, otra botella de agua por si el perro también tiene sed, gorros para el sol; me visto, visto a mi niño, quien estrena las zapatillas nuevas que le regaló la madrina, yo con mi mejor equipo de deporte (ese que me compre para ir al gimnasio al que nunca me inscribí), y el perro con su linda correa. Salimos, dignos los tres de que nos esperen los paparazzi, en la puerta del Edificio, para una foto de portada en la revista Hola.

Las dos primeras cuadras fueron de película, todos con quienes nos cruzábamos nos miraban sonreían a mi pequeño y al perro, no faltó quien dijo: “que hermoso niño, que lindo perro”; la cuarta cuadra se complicó, un poco, porque mi hijo me pidió que lo alce, pero faltaba poco.

En el parque la idea era que hagamos ejercicio, caminar, disfrutar de los árboles; pero esa no era la idea de mi hijo de tres años, quien corrió al arenero, llegue justo para convencerlo de que la hamaca era más divertida, entre tanto atajaba al perro cuando se decidía a enfrentar a otros perros más grandes que él (tiene un problema de actitud, se cree rottwieler y no es).

A la lejanía se divisaban unas nubes, que en media hora estaban sobre nuestras cabezas, y decidí volver, para lo cual tuve que arrastrar a los dos, a ni niño, quien se puso a llorar porque no quería regresar, y a Oscar; si así se llama el perro.

De camino, a tan sólo una cuadra empezó a lloviznar, las cuatro cuadras restantes fueron una película, pero de terror; mi hijo que se esmeró en pisar todos los charcos, el perro que le ayudaba, yo empujando a los dos; para acelerar la marcha alce a mi hijo, mientras seguía arrastrando al perro, en ninguna de las esquinas un sólo auto se detuvo para cedernos el paso, saltábamos de toldo en toldo, de negocio en negocio, para evitar la lluvia, que a esa altura ya era un diluvio; en la última cuadra me rendí, deje que la lluvia termine de empaparnos, que mi niño chapotee en el barro y que el perro le acompañe.

Cuando llegamos nos recibió mi gerente de familia, y en su mirada comprendí que si osábamos a pisar la casa en ese estado, nos abandonaba. Nos sacamos las zapatillas, lo que quedaba de ellas, y fuimos todos, perro incluido, derecho al baño

Así terminó el idílico paseo por el parque, una mentira más de Hollywood al descubierto, correr bajo la lluvia no es una excursión a Disney; no existen los príncipes azules, nadie va a pasar a buscarnos en limusina, los niños no se van a ir a dormir solos, ninguna hada va a venir a limpiar la casa.

El desafío es, que cada una de nosotras, haciendo lo mejor que podemos y dentro de lo posible, escribamos nuestra propia historia, esas que al final resultan las más emocionantes, y dicen: “basada en hechos reales”. Por cierto mi pequeño me pidió, antes de dormir esa noche, si podíamos ir de nuevo al parque cuando llueva.